Adolescencia
Necesitan orientación aunque no la pidan o admitan.
Adolescentes en riesgo: cómo contener a los hijos y detectar signos de alarma
08 de Mayo de 2011 09:20:44 |
La adolescencia es una fase del proceso de desarrollo fisiológico, emocional e intelectual del ser humano.
Afortunadamente, casi todos loa jóvenes la sobrepasan, haciendo su ingreso en la edad adulta como seres normales y bien equilibrados. Para algunos, sin embargo, los problemas que naturalmente vienen con la adolescencia se convierten en intensas presiones, casi imposibles de soportar.
Son estos los que buscan un escape, un alivio, en la bebida, las drogas y, en ocasiones, en la puerta falsa del suicidio.
Las estadísticas son alarmantes en algunos países. En muchos países solo el cáncer y los accidentes superan al suicidio como causa de muerte entre la población adolescente. La proporción de estas tragedias, lejos de disminuir, tiende a aumentar. Es más: ha estado aumentando, año tras año, durante la ultima década.
Esas mismas estadísticas señalan que el suicidio juvenil es un fenómeno mucho más frecuente entre los varones que entre las muchachas. Sin embargo, la tentativa, de suicidio abunda más entre estas. El hecho de que fallen en su intento auto destructor es lo que hace que el número de muertes resulte mayor entre los varones.
Estas tragedias ocurren en todas las clases sociales, en todos los niveles económicos, y en el seno de familias de todas las religiones. No es un fenómeno localizado en sectores específicos de la sociedad.
Tampoco es fácil establecer un patrón unívoco de suicidio juvenil. Este manifiesta las más diversas modalidades, y ocurren en circunstancias y condiciones muy distintas.
Siquiatras, sicólogos y graduados de asistencia social, hondamente preocupados por el problema que tratamos, han intensificado el estudio de las causas del suicidio juvenil. Sus opiniones discrepan en puntos secundarios, pero coinciden en lo fundamental: la razón básica del suicidio entre adolescentes es la completa falta de comunicación entre el joven y sus padres.
Muchos padres no tienen la menor idea de cómo son sus hijos, pues jamás encuentran el tiempo necesario para sentarse y sostener una conversación con ellos.
Preguntarles ocasionalmente cómo van las cosas en la escuela no es suficiente.
Los padres deben estar mentalmente preparados para averiguar lo peor sobre sus hijos: “es preferible saber que una hija ha perdido su virginidad o que el varón ha estado experimentando con drogas, encarar estos problemas, ayudar a nuestros hijos y reorientarlos en la vida, que pasar por la tragedia de tener un hijo suicida.
Signos de alarma
La reserva y el aislamiento excesivos, así como los estados depresivos, son síntomas que los padres a veces ignoran, pasándolos por alto o restándoles importancia, cuando tales manifestaciones están anunciando un eventual intento suicida.
Aun cuando las cosas no lleguen tan lejos, los mencionados síntomas son índice de que "algo anda mal", de que el joven necesita ayuda, incluso psiquiátrica en algunos
En la etapa final de la adolescencia, es esencial para los jóvenes mantener cierto grado de relaciones sociales fuera del circulo estrictamente familiar.
El preadolescente puede depender emocionalmente de su familia, pero el joven que es ya casi adulto debe haber desarrollado la capacidad de entablar relaciones con el grupo de coetáneos, presididas por un sentido de afecto y comprensión.
Si el joven prolonga indebidamente su dependencia emocional familiar, en una forma casi absoluta, son muchas entonces las probabilidades de que sobrevenga un estado depresivo, posible antesala del suicidio.
Los jóvenes que comienzan a considerar la idea del suicidio como solución para sus problemas generalmente dejan pistas reveladoras de sus propósitos, que no deberían pasar inadvertidas para un observador atento.
Ocho de cada diez suicidan jóvenes dan algún indicio previo del plan autodestructor que está tomando forma en sus mentes. No siempre, desde luego, es cosa fácil reconocer tales indicios.
Aun el médico, a pesar de toda su experiencia, puede llamarse a engaño o interpretarlos equivocadamente.
En general, la conducta del joven suicida no se separa mucho de la observada por el adolescente normal, excepto en algunas variaciones significativas. Estas son las que exponemos a continuación, y nunca deberían ser subestimadas por los padres:
• Cambios abruptos e inexplicables en el patrón habitual de conducta.
• Indicaciones verbales, más o menos veladas o encubiertas. Frases tales como "ustedes estarían mejor sin mi", "¡ojalá me muriera!" o "a mi nadie me quiere; a nadie Ie importa si me muero o no", son a veces más profundas de lo que creemos.
Quizás se limiten a un mero recurso para llamar la atención o despertar una simpatía compasiva, pero también pueden ir mucho mas allá y encerrar secretas implicaciones.
No es posible dar a una acción o a una palabra aislada interpretaciones definitivas e infalibles pero, si existe algo que preocupe al joven, lo asuste o lo haga infeliz, los padres deben esforzarse en descubrir de qué se trata, por poco agradable que resulte.
¿Quiénes están en riesgo?
No creamos que el adolescente varón que recurre al suicidio es solo el delincuente juvenil, el adicto a las drogas o el niño "malo" y rebelde que dejo la escuela sin terminar los estudios.
En un estudio sobre los antecedentes personales y familiares de 48 jóvenes suicidas de la ciudad de Los Angeles, se encontró que la mayoría de ellos habían sido muchachos tranquilos, reservados y pacíficos, que nunca ocasionaron contratiempos graves a sus padres. No eran tampoco hijos de divorciados ni jóvenes influenciados por el alcohol.
Simplemente, no sabían como mantener una relación normal con sus padres. Nada de extraño tiene que el suicida resulte ser precisamente el niño "modelo", y no el travieso, ruidoso, inquieto, aficionado a toda clase de "diabluras".
Otros especialistas señalan la extrema obediencia para con sus padres por parte de algunos suicidas jóvenes. Se trata de muchachos que nunca se han emancipado, en una medida normal, del círculo familiar.
Esta dependencia les ha impedido adquirir confianza en si mismos y en sus capacidades para andar por la vida.
Es cierto que algunos suicidas jóvenes son esquizofrénicos, pero la mayoría no responde a la personalidad psicótica. El peligro mayor de recurrir al suicidio se presenta cuando el joven carece de relaciones humanas a las que el pueda atribuir una significación positiva.
Al sentirse solo, se siente también en una situación íntima y desgarradora de conflicto. Es un joven desmoralizado, desesperanzado, atrapado en si mismo.
La comunicación con los chicos es fundamental. Nuestros hijos, sea cual fuere el hecho o falta que cometan, jamás deben encontrar esa comunicación rota.
Muchos padres, sin embargo, persisten en que hay temas de los cuales no se debe hablar con sus hijos adolescentes. Adoptan, pues, una negativa actitud de reserva que impide al joven expresarse con franqueza, exponer dudas, discutir problemas o pedir consejo.
El joven por su parte, es celoso de su intimidad. No Ie gusta "pregonar a los cuatro vientos" sus conflictos, excepción hecha de los mas extrovertidos, que son los menos.
No obstante, cuando se ven en una situación problemática, la inmensa mayoría puede vencer esa reserva y buscar un apoyo comprensivo y atento, dispuesto a escucharle con simpatía.
Y esta es, precisamente, una de las funciones mas relevantes de padres y madres: saber escuchar.
Si estamos dispuestos a oír, sin escandalizarnos, las confidencias de una persona amiga que se dirige a nosotros para hablarnos de sus temores y, en nombre de esa amistad, ofrecemos consejo, ayuda, compañía, apoyo moral, ¿cómo no vamos a hacer lo mismo por nuestros hijos?
No se trata, no, de vivir a toda hora "corriendo" detrás del joven o la muchacha, restringiéndole exageradamente la libertad prudencial de que debe gozar para reflexionar sobre sus problemas y tomar decisiones.
Lo importante es que siempre sepan que papa y mama están ahí, como puerto seguro y acogedor con que siempre se puede contar.
F:Contexto.com.ar
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