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Sol, Calor, cuidados: salud, Piel.

El de piel es el cáncer que más crece en la Argentina

El me­la­no­ma, la va­rie­dad más agre­si­va del cán­cer del piel, se mul­ti­pli­ca en mi­llo­nes de ca­sos anua­les en el mun­do, de­bi­do a la fal­ta de pre­ven­ción du­ran­te el ve­ra­no, ad­vir­tió la Li­ga Ar­gen­ti­na de Lu­cha con­tra el Cán­cer (Lal­cec).

Al me­nos cua­tro mi­llo­nes de ca­sos de cán­cer de piel son de­tec­ta­dos to­dos los años en Es­ta­dos Uni­dos y el me­la­no­ma cons­ti­tu­ye la va­rian­te que más ha cre­ci­do en Ar­gen­ti­na y en el mun­do en los úl­ti­mos trein­ta años, se­ña­ló la en­ti­dad.
Lal­cec lan­zó una cam­pa­ña con­tra el cán­cer de piel en vís­pe­ra de la tem­po­ra­da es­ti­val acom­pa­ña­da de dos es­ta­tuas de hie­lo que se fue­ron de­rri­tien­do pau­la­ti­na­men­te mien­tras se in­for­ma­ba al pe­rio­dis­mo de las me­di­das de pre­ven­ción re­co­men­da­das por los pro­fe­sio­na­les.
Ma­ría Gra­zie­lla Don­net, pre­si­den­te de la Li­ga Ar­gen­ti­na de Lu­cha Con­tra el Cán­cer, ex­pli­có que "las es­cul­tu­ras sim­bo­li­zan la fra­gi­li­dad de la piel an­te la ac­ción de los ra­yos so­la­res, y al ir­se de­rri­tien­do mar­ca­rán que, de la mis­ma for­ma, ca­da vez que to­ma­mos sol sin pro­tec­ción es­ta­mos pro­du­cien­do un da­ño acu­mu­la­ti­vo en nues­tro or­ga­nis­mo".
El eje de la cam­pa­ña, que cuen­ta con el apo­yo de la Aso­cia­ción Ar­gen­ti­na de On­co­lo­gía Clí­ni­ca (AAOC) y es­tá pa­tro­ci­na­da por Bris­tol-Myers Squibb, pro­po­ne in­cor­po­rar há­bi­tos de pre­ven­ción en­tre la po­bla­ción que "só­lo lle­van 5 mi­nu­tos y pue­den ayu­dar a sal­var la vi­da".
La pre­ven­ción in­clu­ye bá­si­ca­men­te el uso de pro­tec­to­res so­la­res con más de 30 gra­dos de pro­tec­ción y evi­tar en es­pe­cial las ca­mas so­la­res.
Mar­tín Mo­re­no, mé­di­co der­ma­tó­lo­go y ase­sor de Lal­cec, des­ta­có que "en cán­cer de piel y so­bre to­do en el me­la­no­ma, lo más im­por­tan­te es el diag­nós­ti­co pre­coz, ya que es lo úni­co que pue­de sal­var la vi­da, pe­ro una vez que la en­fer­me­dad avan­zó es más di­fí­cil".
"Por eso se re­co­mien­da un che­queo anual con el der­ma­tó­lo­go, en par­ti­cu­lar a quie­nes tie­nen fac­to­res de ries­go por an­te­ce­den­tes fa­mi­lia­res, por ser pe­co­sos o con lu­na­res, y a los tra­ba­ja­do­res ru­ra­les o de ser­vi­cios con ex­po­si­ción so­lar in­ten­sa y que ha­yan te­ni­do que­ma­du­ras so­la­res", ex­pli­có Mo­re­no.
En cuan­to al bron­cea­do, "no es una con­duc­ta sa­lu­da­ble ni se­gu­ra por­que la piel se bron­cea gra­cias a una reac­ción de­fen­si­va an­te los ra­yos ul­tra­vio­le­ta del sol, que da­ñan el ADN ce­lu­lar, ace­le­ran el en­ve­je­ci­mien­to y pue­den pro­du­cir cán­cer de piel", afir­mó Mo­re­no. Por úl­ti­mo, en­fa­ti­zó que "las ca­mas so­la­res es­tán ab­so­lu­ta­men­te con­train­di­ca­das, no son sa­lu­da­bles, y au­men­tan el ries­go de cán­cer de piel, so­bre to­do en los jó­ve­nes". 
 
Ca­mas so­la­res
 
Des­de ha­ce un par de dé­ca­das se han pues­to de mo­da los so­la­rium, es­ta­ble­ci­mien­tos don­de se con­si­gue un bron­cea­do ar­ti­fi­cial gra­cias a los ra­yos ul­tra­vio­le­tas. Los po­de­mos en­con­trar en gim­na­sios y cen­tros de be­lle­za. Es­te pro­ce­di­mien­to tie­ne sus pros y sus con­tras. Ob­via­men­te, los as­pec­tos fa­vo­ra­bles ya los sa­be­mos: un bron­cea­do uni­for­me, sin ne­ce­si­dad de que­ma­du­ras (si se si­gue bien el pro­ce­di­mien­to) y rá­pi­do. Aho­ra sí, tam­bién de­be­ría­mos es­tar al tan­to de los efec­tos ad­ver­sos.
En­tre una gran lis­ta de ele­men­tos que pue­den cau­sar el cán­cer, co­mo el hu­mo de los ci­ga­rri­llos o el al­co­hol, se en­cuen­tran los ra­yos ul­tra­vio­le­tas ar­ti­fi­cia­les. En el año 2009 se in­clu­yó es­ta for­ma de bron­cea­do en la lis­ta de fac­to­res cau­san­tes del cán­cer, por la Agen­cia In­ter­na­cio­nal de In­ves­ti­ga­ción so­bre Cán­cer (IARC son sus si­glas en in­glés). En ju­nio del mis­mo año se reu­nie­ron vein­te cien­tí­fi­cos de dis­tin­tos paí­ses pa­ra eva­luar y cons­ta­tar los he­chos, que ele­va­ron su ni­vel can­ce­rí­ge­no al Gru­po 1. Es­tos ra­yos ul­tra­vio­le­tas de on­da lar­ga au­men­tan un 75% las po­si­bi­li­da­des de que una per­so­na pa­dez­ca cán­cer de piel.
Y no só­lo eso, tam­bién pro­du­cen el en­ve­je­ci­mien­to de la piel, pues bio­ló­gi­ca­men­te pue­de lle­gar a crear una di­fe­ren­cia de 30 años de edad en­tre una zo­na de lar­ga ex­po­si­ción en los años y una que no lo ha es­ta­do.
Un ca­so más gra­ve, pe­ro ya no por los efec­tos de los ra­yos ul­tra­vio­le­ta, si­no por la “en­fer­me­dad” en sí, es la ta­no­re­xia. Con­sis­te en una ne­ce­si­dad ob­se­si­va por el bron­cea­do, que nun­ca pue­de lle­gar a ser el idó­neo al creer que se tie­ne un to­no in­fe­rior al real. Es­ta fi­ja­ción por los ba­ños de sol pue­de lle­gar a te­ner efec­tos no­ci­vos pa­ra la sa­lud men­tal, por no men­cio­nar los pe­li­gros nom­bra­dos an­te­rior­men­te a cau­sa de la ex­po­si­ción a los ra­yos.
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